jueves, 1 de noviembre de 2007

Cellador

Género: Extreme Power Metal
Temas: Libertad, individualismo, Integridad
Origen: EE.UU. (Omaha, Nebraska)


Enter Deception - 2006



1. Leaving All Behind (3:13)
2. A Sign Far Beyond (5:17)
3. Never Again (5:13)
4. Forever Unbound (5:59)
5. Seen Through Time (7:09)
6. Wakening (5:19)
7. Releasing the Shadow (5:42)
8. No Chances Lost (6:31)
Total: 43:03


http://rapidshare.com/files/22738487/Cellador_-_Enter_Deception.rar

Avenger of blood

Género: Thrash Metal
Temas: Apocalipsis
Origen: EE.UU. (Las Vegas)


Complete Annihilation - 2005



1. Intro (1:20)
2. Complete Annihilation (3:21)
3. Scent of Death (3:01)
4. Tyrants of The Bloodlands (4:02)
5. Bound By Torment (3:54)
6. Where The Pictures Lie (6:29)
7. Trapped In Time (4:05)
8. Violent Epiphany (4:33)
9. Everlasting Plague (5:08)
10. Forced To Kill (3:39)
Total: 39:37

http://rapidshare.com/files/10109609/Complete_Annihilation.rar.html

miércoles, 31 de octubre de 2007

Elysian Blaze (Discografía completa)

Género: Black-Funeral Doom Metal
Temas: Noche, Dolor, naturaleza
Origen: Australia (Melbourne, Victoria)


Prophecies of Misery - Demo 2003



1. ...Are You Afraid of Dying? (2:38)
2. Prophecy of Misery (6:26)
3. In Silence and Demise (11:21)
4. We Bring Forth Thorns (8:009)
Total: 28:26


Download (27,3 mb)

Beneath Silent Faces - Demo 2004


1. Anvil Chorus (8:48)
2. Prophecy of Misery (6:14)
3. A Constellation of Souls (2:55)
4. The Thorned Tongue of Requiem (9:49)
5. Beneath Silent Faces (8:38)
6. Dark Are My Nights (3:21)

Total: 39:40



http://rapidshare.com/files/21272385/Beneath_Silent_Faces__Remastered_.rar




Cold Walls and Apparitions - 2005



1. Celestial Mourning Beneath a Forgotten Sky (11:14)
2. Funeral Possession (6:53)
3. Sleeping With Corpses... Dreaming of the Dead... (5:05)
4. The Altar of Necromansy (9:04)
5. Walking on the Winds of Sin (12:53)
6. A Colder Wall (9:10)
Total: 54:19


2005 - Cold Walls And Apparitions




Levitating the Carnal - 2006






1. Body and Blood (3:20)
2. Macabre Be Thy Blood (10:45)
3. Sigh of Night (10:30)
4. Eclipse (10:55)
5. Beyond the Shape of Mortality (14:35)
6. Levitating the Carnal (13:00)
7. Spirit and Night (5:00)

Total: 01:08:05


2006 - Levitating The Carnal part 1/part 2
Pass: unclemeat

3 (discografía completa)

Género: Black Metal Industrial
Temas: Blasfemia, ocultismo, Satán
Origen: Italia (Agrigento)

Antichristian Kaos - Demo 2003

1. Satan in Me (5:38)
2. Infernal Sterminiu (5:39)
3. Apocalyptic Silence (5:29)
Total: 16:46

http://www.mediafire.com/?crbwo1520ym


666 Knives to the Son's Heart - Demo 2003



1. Malefica Stirpi (4:26)
2. To Stab the Son's Heart (4:56)
3. Das Tor ist Offen (3:15)
4. Preservaci dal Fuoco Dell'inferno (3:51)
5. Blasfema Wave (6:26)

Total: 22:54

Onnipotenza III - Demo 2005



1. Bile (4:12)
2. L'impervio Sentiero (5:31)
3. Lingua Morta (3:16)
4. Incontroverti-Bile (5:32)
5. Immorale (2:22)
Total: 20:53


Download

sábado, 7 de julio de 2007

Una EFC

Una EFC (Experiencia fuera del cuerpo)


Y sé que este hombre –si en el cuerpo o por fuera de él, no lo sé,
Dios lo sabe– fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables
que el hombre no puede decir.

San Pablo (Corintios 2,12:3 y 4)













Si en caso me dispuse a escribir estas palabras sobre esta hoja de papel, relatando mi historia, es porque presiento que yo, Edmundo Mariano B., he de morir muy pronto. En consecuencia a ello seré de materia diáfana, me mezclaré con la brisa del aire y errante por todos lados me he de volver. Desde mi punto de vista no sería prudente que te comenzara a contar todos los infortunios que me tocaron, sin compasión alguna, por la espalda, haciéndome estremecer y tiritar con total violencia. Solamente me referiré del acontecimiento muy funesto que tuve; pero milagrosamente culminó con un venturoso toque de suerte y pudo haber sido, en particularidades opresivas, el final de mis días cuando aún no se debería de presentar. Donde su verdadero origen, su recinto, su ígneo reino hostil es la muerte, que desde tiempo inmemorial con exactitud no se pudo descifrar su misterio y hermetismo por ninguna mente lúcida: ¡Todo un paradigma para que sea objeto de estudio! ¡Ah, la muerte! Aquel absorbente, aquel inicuo, aquel terrible temor que el hombre tiene, y sin duda alguna el extremo de entre todos. Este al notar que se encuentra sumido en su inhóspita superficie, aunque por más quisiera, ya no puede regresar al material mundo para así contarnos y saber – ­los que atrás quedamos en el camino calcinante y perpetuo hacia la muerte – la realidad de ese sufrimiento.
Una cuestión filosófica que me llama mucho la atención es si será cierto que toda la base de lo existente sea, en primer lugar, la idea, la conciencia, Espíritu, el pensamiento, el alma, Dios inclusive. Sin lugar a duda, desde un comienzo se buscaba la explicación de lo existente fuera del mundo palpable, de la naturaleza, indagando por intermedio de fuerzas sobrenaturales como el Demiurgo de Platón1, del cual decían que era una fuerza de órdenes. Los objetos del mundo palpable son sólo la proyección de las formas vitalicias o ideas. Por lo tanto, nuestros sentidos están ligados a nuestro cuerpo y son de poco fiar; empero, el alma inmortal, es la morada de la razón precisa, porque éste no es material y puede ver el mundo de las ideas.
En estos momentos yo siento que mis días de existencia se extinguen y, tal vez, todo lo imprevisto y dispuesto fuera como una experiencia irrevocable. Me dispongo, desde luego, contarles mi historia; pero antes que opte hacer eso quisiera, si no es mucho pedir, que usted me permita aclararle algunos temas que me dispuse por tocar aquí mismo.
El cuerpo astral es un segundo cuerpo dentro del cuerpo físico ordinario el cual influye, en el llamado plano astral, al cotidiano mundo; pero se extiendo hacia un nivel mucho más vasto al de este y sobrevive a la misma muerte. Consiste, mas bien, de una exacta réplica de la versión de carne y hueso; pero de un material más feble y de una lucífera apariencia. Proyección Astral, Proyección Extrasensorial (PE) y Proyección Espontánea son sólo algunos de los términos alusivos al mismo fenómeno que experimenté yo, el cual mi relato se basa en eso: Una EFC o Experiencia por fuera del cuerpo. Se trata de una experiencia cuando el individuo abandona su cuerpo ordinario y parece ver al mundo exterior desde una posición totalmente aparte de su material cuerpo. Puede viajar, sin complicación alguna, hacia lugares lejanos; reconocer también otras dimensiones de existencia a través de la EFC; ver que se escapa a la percepción habitual; y hasta sentir que se es algo más que cuerpo físico: Son sólo algunas de las palpables realidades a lo que se es posible acceder cuando la mente se libera del cuerpo. En resumen, se trata de un periplo al otro margen de la realidad en donde se efectúa mediante el abandono del cuerpo físico y del que sabemos desde hace siglos gracias a los relatos de místicos. También por personas que han advertido muy de cerca la muerte en circunstancias deplorables, como por ejemplo, al tener que ser sometidas con urgencia a una cirugía, después de un eminente accidente o al sufrir una inexorable enfermedad. Y por chamanes que según las creencias religiosas de muchas antiquísimas culturas, decían que eran capaces de dejar su cuerpo a voluntad propia y escoltar a las almas de los ancestros de su tribu.
En los antiguos escritos indios hablan acerca de unos poderes supranormales –“los Siddhis”– que eran ocho y se pueden obtener por medio de las constantes meditaciones. Pero hay uno destacable – y es de sumo interés para mí por el tema que tocando estoy –, es el sexto Siddhi, “el poder volar en el cielo”, lo cual presumiblemente coincide con la proyección astral. En la literatura antigua redundan las menciones, como por ejemplo, en un pasaje de la Biblia, San Pablo menciona que conoció a un hombre que “Con el cuerpo o sin el cuerpo, ¿Qué sé yo? Sólo Dios lo sabe. Lo cierto es que ese hombre fue arrebatado al paraíso y oyó palabras impronunciables que al hombre no le es dado repetir”.
En occidente también abunda la noción de existencia de un cuerpo astral, en donde eruditos del medioevo se refieren al alma como el “ánima divina”. Muchos escritores de los últimos siglos, de notable trayectoria por cierto, han descrito sus propias experiencias o las de sus camaradas (y pude comprobar aquello mediante mis constantes lecturas). Ernest Hemingway cuenta que experimentó la sensación de dejar atrás a su cuerpo, Guy de Maupassant, Walter de la Mare y Jack London.
Si bien muchas personas han afirmado ser capaces de lograr a voluntad, siempre que ellos lo deseen, una experiencia por fuera del cuerpo, casi siempre éstas parecen producirse de manera espontánea y sin ningún esfuerzo consciente. Como ya lo he dicho, esta experiencia no sólo les ocurre, aparentemente, a los místicos, psíquicos, chamanes, etcétera. También a personas comunes y corrientes, como a mí, en circunstancias muy singulares nos ha sucedido una EFC, como por ejemplo, cuando el cuerpo sufre una colisión muy severa, o en un imprevisto accidente. Con esta breve aclaración mi historia comienza aquí mismo (era el año de 1982) y usted, querido lector, podrá darse cuenta de lo cuan grave fue mi caso con respecto a tal tipo de experiencias: ¡Con un imprevisto accidente! Y por ningún motivo usted no va quererlo vivir en carne propia. Aquella experiencia terrible, interesante y atractiva a la vez, totalmente la vida me cambio y desde ese entonces a la muerte nunca más tuve miedo.

Mis vacaciones se estaban terminando y me fui de esa manera, por tour, a Egipto. Conviene recalcar que el auge de toda la economía egipcia es el turismo, muy aparte sobre la importancia que tiene considerablemente el canal de Suez y amalgama el mar Mediterráneo con el mar Rojo (situado al noreste de Egipto). Sobre la importancia que también posee la agricultura – donde los principales cultivos son el algodón, caña de azúcar, maíz, trigo, sorgo, cebollas, legumbres, frutas y lino –, de los cuales es regulada paulatinamente por las crecidas anuales del río (si mal no recuerdo, esto se da entre los meses de agosto y septiembre), hasta cuando las aguas del Nilo –donde pude sumergir mis pies en el delta de toda su masa acuosa – fueron canalizadas y represadas por el dique de Asuán. Este está situado al sur de Egipto y fue construida a 6 kilómetros de la cuidad. Tiene una longitud de 1.960 metros y permite aumentar considerablemente la superficie fértil, concibiendo también el regadío del 25% de las tierras cultivadas en todo el país. La grandiosa monumentalidad arquitectónica de ese país me dejó enteramente perplejo. Un arte acrecentado en plena época clásica o faraónica, remontado entre los cuatro grandes periodos: Época tinita, Imperio antiguo, Imperio medio, e Imperio nuevo (todo ello desarrollado entre la dinastía I hasta al XX, entre los años 2850 al 1065 AC.). Finalmente, culminó toda esa magnificencia y plenitud que una cultura como aquella puede tocar, tras el retorno al politeísmo (entre la dinastía XXI al XXX, 1065–332 AC.), donde todo el país es sometido posteriormente por Asiría, en el año 663, y por Persia, en el 525, y posteriormente es subyugada por Alejandro Magno (332 AC.), emprendiendo de esa forma la era Helenística en Egipto.
La influencia religiosa y por la suntuosidad de sus monarcas fue el reflejo de la arquitectura egipcia. Los usuales templos, para los egipcios en su época; pero singulares para el mundo occidental – previstas por el culto pagano que ellos tenían y sustentaban que aquellos eran “la morada de Dios” –, son de planta baja tripartita, con arquitrabes que yacen perfectamente sobre las columnas de capiteles con formas vegetales (loto, papiro, y otros mas que no menciono porque muy bien no logro evocar). Tienen pilonos formados por dos grandes bloques de configuración trapezoidal, enmarcando el limen del patio principal, hacia el interior del templo. Es muy particular este estilo en los templos del antiguo imperio egipcio. El de Abu Simbel, situado a la orilla izquierda del Nilo, donde se alzan dos templos esculpidos en la roca – levantados por Ramses II – sobresaliendo, desde luego, las colosales estatuas que representan al faraón mismo. Un templo funerario que también lleva aquel estilo es el de la reina Hatsepsut, del nuevo imperio, establecido sobre la falda escabrosa de los acantilados de Tebas. Muy análogos, como desde luego vale citar, al estilo mencionado son los de Al–Amarna y Abydos; pero sobre todo el de Karnak. Este último es un conjunto monumental del antiguo Egipto y su principal construcción es el templo de Amón cuyos restos más antiguos se remontan a la XI dinastía y fue engrandecido a partir de la XVIII dinastía cuando Amón se convirtió en divinidad del imperio. Templos menores son los de Montu, Mut, Jorsu y Phat. De estos templos lo que más se logra apreciar son sus diez pilonos decorados con relieves, a las estatuas de Amón y Amomet y a sus obeliscos que generalmente tenían grabadas, en sus cuatro caras, textos jeroglíficos y representaciones en relieve del faraón que los mandó a erigir.
El que verdaderamente me dejó en un estado ameno, de complacencia y regocijo, fue el templo de Luxor, construido en Tebas, en el alto Egipto (1380 AC.), por el faraón Amenofis III, de XIX dinastía. Los templos más resaltantes son el de Amón Ra; aunque el lateral izquierdo, muy próximo a la mezquita de Yusuf al – hay – yay, se halla echo ruinas, se conserva todo un común de filas de columnas con capiteles. El de Amenofis III, con su particular sala hipóstila de gran longitud que une a la primera sala hipetras con la segunda, y la recién mencionada, con el santuario. Antiguamente estaba unido Luxor con Karnak por una avenida de Esfinges, Dromos. También por entero me encandiló fueron los colosos que de dimensiones grandiosas llegan hasta los veinte metros y protegen al hipogeo o cueva excavada en un macizo rocoso, utilizado muy comúnmente en la prehistoria como lugar de enterramiento, extendiendo su uso hasta el nuevo imperio egipcio como tumba para faraones, nobles y sacerdotes.
Las mastabas, de igual forma, me dejaron anonadado, puesto que con su forma piramidal truncada de base rectangular ofrece mejor goce a la vista desde un corte vertical. Se puede apreciar, desde un lado paralelo a ella, la capilla de ofrendas donde se halla situado a unos cuantos metros de un pozo vertical que comunica al exterior con las profundidades, de los cuales eran cegadas tras la inhumación del cadáver que era depositado en un sarcófago dejado en la cámara funeraria.
Desde luego, sería poco fiable, para mi persona, en no mencionar a la esfinge y a las tres pirámides (Keop, Krefen y Micerino); y a todo un gran número de mastabas, levantadas en Gizeh, situadas en el Norte del país, muy próximo a la capital El Cairo, ya que aquella es una zona residencial, comercial y turística. También pude disfrutar de todos los placeres que me ofrecieron los bienhechores ciudadanos de aquel fantástico, que antiguamente fue un gran imperio, país de una extraordinaria historia, leyenda y mitología. Como desde luego la hermosura y grandiosidad que brinda al alma una sensación de ligereza y placidez los paisajes que posee, dejome todo ello embebecido y me llevó de tal forma a un estado profundo de aletargamiento algo alucinado, después de unas sesiones de opio que, sin ninguna molestia, yo me prestaba para ser parte de ella.
Viajé de regreso, por avión, rumbo a mi país. Conocí a personas nuevas que amablemente me preguntaban si yo voy de regreso a mí país y yo les respondo, con total cordialidad, “que efectivamente”, y ellos se vuelven a sus asientos con unas sonrisas que para mí eran algo fingidas. En el avión pude disfrutar de lo cordiales que se mostraban las hermosas azafatas, las cual nos brindaban amables servicios. También nos enseñaban y colocaban en nuestros respectivos asientos, nos ponían cómodos y, como era de esperar, nos hacían recordar que esta línea aérea tiene el mejor servicio en el mundo.
Me tocó sentarme cerca ya de llegar a la parte inferior del avión, al lado derecho de la escotilla y al lado izquierdo de un sujeto de aspecto desasosegado, como si herméticamente guardara algún secreto, pero lo hacía con perfecta naturalidad aquel tipo. Hasta ahora no logro entender como es que él pudo hacer “aquello”, el cual en sumo me horrorizó. Afirmo que desde un comienzo me desesperaba su pierna…, su pierna me irritaba completamente, puesto que la derecha incansablemente la movía. Yo lo mire y sentí desde entonces odio hacia aquel sujeto. Se mostraba tan indiferente y tan superior con todos nosotros. Lo que de aquel tipo me sorprendió fue su implacable e irrevocable seriedad; el perfecto cinismo recreado en sus facciones cuando éste disimulaba la atroz barbarie que había cometido – y en un momento me tocará contarles detalladamente cuando lo vea sumido en su total sufrimiento del cual tenía que pagar. En ese corto periodo, en el avión, no me pude imaginar de quien se trataba. Sólo en un futuro cuando todo este momento crítico que me toco vivir, y pude por un toque de suerte ponerme a mi estado natural, me enteraría, desde los medios, quien realmente era; pues ahora no me toca decirles. Como vine diciendo, su inquietud me llamó la atención, entonces le pregunte:
–Señor, disculpe que me entrometa imprevistamente en los problemas que le esté afligiendo y por lo visto a usted le tiene en un completo desacuerdo con su persona y en una completa inquietud que viene agitando su conciencia; pero dígame, y espero que no sea mucha la molestia para con usted, ¿Le sucede algo?
En ese mismo instante, levantando su mano derecha con signo de mostrar desprecio, y de un modo arrebatado, tomó la palabra y me respondió: – ¡Ah! ¡Vaya! Y a usted que le interesa.
Le hubiese respondido con un duro mamporro; pero justo antes de que realice aquello, me detuvo la potente pero fina voz de la aeromoza, la cual nos indicaba para ponernos los cinturones de seguridad, ya que entonces a despegar íbamos. Aquel sujeto tuvo suerte; pero no le duraría demasiado. Solamente cayado me quedé o si no una trifulca escandalosa se hubiera armado entre aquel sujeto y yo. En ese instante, después de que el avión había despegado, las aeromozas nos comenzaron a ofrecer bebidas. A oído de todos y con tono irónico, yo pedí a la aeromoza que le sirviera ponzoña al despreciable sujeto que se había sentado a mi lado. Ella sólo un rictus estúpido dibujo en el rostro, como si una guasa le hubiese dicho, provocando al despreciable sujeto que llegara al extremo de quedarse callado. Sólo me miró y torció de inmediato la cabeza. Decidí entonces guardar la calma y comportarme como una persona de respeto. En mi asiento me quedé meditabundo por todas las maravillas que había visto y, a la vez, que había experimentado en mi viaje a ese magnífico país, ya que nunca antes en mi vida me había quedado completamente deslumbrado con cosa tan singular alguna como aquellos monumentos erigidos y formados por la humanidad. Siempre hubiese querido conservar solamente los buenos recuerdos de aquel viaje; pero infortunadamente fue imposible lograr eso. Un paso de estar hacia la muerte se acercaba, sin percatarnos nosotros (“los pasajeros del vuelo de las cinco menos cuarto”), ya que como era de suponer, pues es muy común esto, nos habíamos puesto cómodos, y en lo absoluto no advertimos la tragedia que nos aguardaba.
El silencio reinaba y sólo, debes en cuando, un susurro se escuchaba cuando uno de los pasajeros quería decirle algo a su acompañante. En ese periodo sentía que el sueño me vencía. Cuando estuve a punto de serrar mis ojos y quedarme completamente dormido, escuché un sonido extraño como de corto circuito. Abruptamente interrumpió mi sueño, llevando de ese modo a la exaltación de mi cuerpo cuando es sobresaltado sin previo aviso. Nadie del avión se percató y tuve la intuición que el sonido era proveniente de las afueras del avión. Eché un vistazo escueto por la escotilla y pude ver con mayor claridad la desgracia que entonces tomaba forma: ¡El reactor del ala del avión echaba una gruesa hilera de humo negro! No tuve el tiempo necesario para prevenir a los pilotos que el reactor había estallado para que de ese modo dieran un forzoso aterrizaje, pues el avión caía en picada hacia la corteza terrestre y se veía muy claramente, por las escotillas, a las nubes que pasaban e iban hacia un sentido contrario al nuestro. Nos precipitábamos vertiginosamente, y el pánico entonces se apoderó de nosotros por causa de la vibración exagerada emitida por el avión, haciéndonos estremecer incontrolablemente. Traté de apaciguar la tensión que sentía; pero con los gritos desenfrenados de los niños que se juntaban con los alaridos llenos de pavor de los ancianos y de las mujeres, me lo impedía por completo.
El nerviosismo aumentaba, pues era el anfitrión de esta tragedia. ¿Qué podía hacer yo al respecto? ¿Sólo mirar y observar con duras penas los rostros llenos de temor de las mujeres, niños y ancianos, y de cómo los hombres se mostraban sosegados al lado de sus familias, tratando de esa manera templar su vulnerabilidad? Los papeles revoloteaban por doquier. Las ropas que estaban dentro de las maletas de los pasajeros caían desparramadas. La vibración se hacía más y más fuerte. El ambiente estaba sobrecargado por la agonía, sufrimiento, dolor, miedo y nerviosismo. ¡Todo, completamente todo era un caos! No podía apaciguar – en lo absoluto – ¡No podía apaciguar! El miedo de saber que iba a morir provocó que se me complicara la respiración. ¡Vomité – me desesperé – maldije! ¡Maldije al vil destino, al Dios todopoderoso! – ¡Oh!, ¿Cómo fue que sucedió esto?– Se hizo más fuerte – más fuerte – ¡y mucho más fuerte!, que sin embargo, el extremo final de nuestras vidas aún no llegaba, brindándonos de tal modo un sufrimiento más doloroso y agobiante. ¡Qué triste agonía era esto! Sólo de saber que niños, mujeres y ancianos iban a padecer en esta tragedia, maldije, dentro de mí, al vil destino, al Altísimo y a toda aquella fuerza invisible que brindando nos estaba este pesar.
Como vine diciendo – pues no me limito a ello –, en lo absoluto nada pude hacer y aún, en este momento que me dispuse por escribir este pequeño lapso de mi vida, guardo oculta y muy profundamente este pesar. En el intervalo cuando solamente, sin esperanza alguna, esperaba que llegara la hora de la colisión, pensé bien y contradije lo que había maldecido: “No creo que Dios sea capaz de causar esta aflicción”. Con esta breve aclaración del cual me reconfortó, me entregué, por entero, en manos de Dios. Parecía que nunca iba a culminar esta agonía; pero todo tiene un fin, pues el nuestro lo fue pero de una manera violenta. El sufrimiento absoluto que nos azotaba culminó cuando en eso… se escuchó el ensordecedor estrépito que hizo retumbar nuestros tímpanos a la hora límite del violento choque. Fue tan brutal aquello que ni un mísero sobreviviente dejó. Todos nosotros, supuestamente (los pasajeros del vuela de las cinco menos cuarto), habíamos muerto.
El avión, por fortuna, no explotó; porque si hubiera sido así tan sólo ceniza habríamos quedado. Como dije “supuestamente” todos habíamos muerto. Milagrosamente, así no terminé. Lo más asombroso de mi historia viene a continuación. Puede que sea poco creíble para aquellas personas con características escépticas e ideologías diferentes. Para filósofos, psicólogos y especialmente para aquellos que fueron afectados considerablemente por problemas planteados por la EFC. Ellos dirían que esto es una tonta superstición que la gente, por sus creencias puestas a la disposición de Dios, tienen estas visiones impalpables el cual, por tener poco valor de fundamento científico y se pudiera catalogar como alucinación o un engaño, debe descartarse. No obstante, las personas que han tenido tales experiencias están firmemente convencidas de que han sido reales. A pesar de no haber estado conscientes en el momento, algunas han descrito, a posteriori, lo que sucedía en torno a ellas, y los presentes en la escena confirmaron sus relatos. Siempre tuve la inquietud de conocer Egipto, puesto que esta experiencia (la EFC) ya la había escuchado ahí. Según decían los antiguos egipcios que el llamado “Cuerpo Astral” o “Ba”, era un ave con fisonomía humana, y al morir la persona, el pájaro mencionado, dejaría el cuerpo físico para revolotear cerca de él. Pude verificar y observar aquello, con mayor claridad, por medio de las representaciones pictóricas – y esto mismo, con exactitud, fue lo que me sucedió –; pero mi alma idéntica en todo al de mi cuerpo físico. En el instante mismo cuando yo ya no era parte de este mundo, en lo absoluto sentí dolor, ni miedo, ni sufrimiento (ninguna hostil aflicción para ser más preciso). Y mucho menos, de nada me acordaba, porque las almas – y es lo único que en estos momentos en cuenta tengo –, las almas no tienen añoranza alguna; pero advertí un peso que por entero sumía mi rostro y nunca supe, hasta ahora, que fue aquella extraña experiencia. Algo brillante, pero ofuscado, podía ver dentro de mis translúcidos párpados. Decidí yo entonces abrir mis ojos, dándome con la sorpresa que era el brillo del sol y me brindaba una refulgencia especial.
A una gran altura me había elevado y desde allí pude ver con mayor panorama el avión donde yo estuve abordo; pero quedó totalmente destruido después de la terrible colisión. Me provocó de ese modo que todo se me volviera más confuso. Una singular curiosidad se apoderó de mí para indagar en el interior del avión mencionado, la cual es muy difícil de explicar. Asomé entonces mi cabeza por dentro – muy tímida, muy cuidadosa y muy recelosamente en un comienzo – y en donde vi ahí el terrible cuadro de la muerte. Los pasajeros sin vida, que esparcidos estaban por doquier, fueron los desafortunados modelos tomados por él. A la hora cuando mi cabeza traspasó la coraza del avión, percibí que mi materia se volvía a un estado acuoso y se juntó con la materia sólida del blindaje del avión, desuniéndose luego como dos materias indiferentes. Cuando vi mi cuerpo físico y me percaté que yo, desde una posición a parte y distinta lo estaba observando, más todo confuso se me volvió y no supe qué hacer, no sabía nada en lo absoluto, y mucho menos, no sabía qué era. Sólo una cosa me valía: Yo estaba muerto; pero eso fue por un breve periodo. El tiempo ya no existía para mí y tuve la impresión de que era lo mismo la eternidad y una fracción de segundo. Como un atrayente magnetismo percibí de mi cuerpo; sin embargo, no le di la más mínima importancia y era como si me estuviese llamando para que me volviera a juntar con él. Sentí, de igual forma, que si no quería retornar a mi cuerpo entonces tendría que seguir adelante. También sentí un excepcional júbilo, un leve sentimiento como de nerviosismo y libertad de ser y hacer lo que quería. Por lo visto era el iniciativo para que mi curiosidad de escudriñar lo desconocido aumentara considerablemente, aquel que el hombre tiene mucho, pero mucho miedo: ¡El de estar muerto y frío como el gélido hielo!
Las almas de todos los pasajeros se desligaron de sus cuerpos, se pusieron de pie y caminaron luego sin rumbo alguno, como llamadas por una fuerza sobrenatural e invisible. A continuación traspasaron la coraza del avión y claramente se percibió la misma sensación que yo había sentido cuando mi testa la atravesó. Un tumulto de almas se armó en las afueras, confundidas por su venidero, caminaron por doquier y dejaron atrás su pasado que se había formado cuando eran parte de este mundo material.
Mi atención apuntó específicamente hacia el alma de un pasajero, el mismo que actuaba indiferente hacia los demás. Pertenecía al sujeto despreciable donde, en el avión, me había tocado sentarme justo al lado de él. Pero en ese instante no lograba recordar y su rostro como un vago, oscuro y fugaz recuerdo me daba, y sin logran, en lo absoluto, evocar. En mi abatimiento totalmente se pulverizaba mi blandengue ego. Frívola era del destino por la brusca y prematura manera de haber cambiado la nuestra. Me hace recordar como aquella vez cuando intenté transformar al mundo y hacerlo un fruto mejor maduro con nuestros esfuerzos para nuestra futura estirpe, por una buena causa claro está, para poder gozar de la libertad, para expresar todo lo que interiormente se siente; pero aquello se desvaneció por el miedo que sentía a que me arremetan los escépticos pues ni sueños, ni añoranzas y ni esperanzas tienen, con mordaces catilinarias; pero en vez de eso, sólo accedí a mi fracaso. Era, por lo visto, el alma del despreciable sujeto. La cruda y cínica fisonomía de la disimulación que presentaba por la atrocidad cometida, hizo que perfectamente, de él, me acordara.
Se tendían de este a oeste, hasta donde la mirada se perdía, las lúgubres montañas de horrible y escalofriante aspecto. En donde ceñían, a su vez, al terreno llano. Parecían desaparecer enteramente por sus espectrales sombras y aquellos fueron los que me brindaron como escape ideal a mi desacuerdo e incertidumbre vana. ¡Ah, amedrentadora fue la apariencia que adoptaron las voluminosas sombras, se levantaron de dichas montañas y fueron, ellas mismas, que apresaron al despreciable sujeto, provocando que éste se bañara en el mar helado de su desesperación para querer liberarse y salir afortunado de ahí! Sus formas eran como las amorfas imágenes que se pierden imprevistamente en una pesada y afligida pesadilla cuando uno nota su hostil y abyecta presencia, en donde aquellos son los opresores perseguidores, y el que los sueña, el infortunado perseguido.
Viendo estas circunstancias de mi relato ­– ­cuando la suerte de este individuo se perdió, y en su total sufrimiento terminó – me toca contarles algo que yo, desde un comienzo, pautas les estuve dando para que en lo absoluto ustedes no se me descarrilaran.
Esto logré saberlo, en un futuro dado cuando yo ya haya salido de toda esta indigna experiencia, en una noticia que los medios habían publicado. Consistía en el terrible crimen que éste había cometido salvajemente contra sus adentros y por cierto, a mí, en gran sorpresa me llevó. Aquel día, en el avión, él estaba huyendo sin complicación alguna, burlando a la policía y hasta a la compañía del avión con documentos y pasaportes falsos; pero desdichadamente se encontró con la muerte. Los cuerpos de sus víctimas, exacta y perfectamente diseccionados estaban, hallados fueron en el desván de su casa con un putrefacto y execrable hedor que claramente se percibía cuando uno ya estaba accediendo al umbral de la puerta. Lo más estremecedor, y a la vez nada agradable de este cruel crimen cometido por una persona con trastorno psicótico, fue que los cuerpos presentaban, en todo su litoral, seres de conformaciones rastreras, latentes y provocaban una expresión de repulsión abominable. Algunos restos habían estado siendo devorados por las ratas; por esos despreciables bichos que apetecen la carne en completa descomposición; y por otros cuantos animalejos semejantes a estos.
Entonces ¿Qué muestra de sentirle piedad a este sujeto se puede manifestar ya que, por la terrible masacre que había cometido salvajemente y sin compasión alguna contra su familia, estaba pagando el sufrimiento mismo que a la vez él había dado despiadadamente? El olor que despedían los restos de los cadáveres diseccionados era terriblemente tóxico e insoportable. Ni siquiera teniendo puesta la mascarilla de protección no se podía evitar, provocando que los efectivos de perito criminalística no permanecieran ni un minuto más en la escena del crimen.
Los desenfrenados alaridos de dolor que emitía aquel sujeto por el suplicio que estaba siendo sometido por esas parcas sombras de la naturaleza subterránea, cesaron en un indefinido zumbido de sueño cuando por entero fue devorado inexplicablemente. Perplejo completamente me quedé por aquella dura impresión. Se siente como cuando uno está en presencia de lo desagradable que se puede advertir hacia el dolor humano. Enseguida pude ver una luz que caía del firmamento casi despejado, sin que a mí gran atracción me incitara; pero muy contraria era hacia las demás que sí mostraban una muy considerable influencia para que de esa forma sigan su bella, espectacular pero singular refulgencia. Algunas almas pudieron penetrar aquella luz, inmediatamente ascendieron y presumo que lograron encontrar, de esa manera, paz y tranquilidad eterna. Otras, en cambio, se quedaron en la tierra para pagar sus duras penas. Pero otras una peor suerte tuvieron, ya que estas se sepultaron en alma propia para que sufran y paguen toda aquella maldad desatada. Yo, rápidamente, me acerqué a mi cuerpo que yacía muerto y me pude unir con él, sintiendo de tal modo que de pura sólida materia me convertía. Fui entonces el único sobreviviente de ese accidente, el único que pudo contar a algunas selectas personas de lo sufrido ahí, y como hace un momento lo hice. Pues ahora mismo, el tiempo me parece valioso pero corta a la vez, y me doy por entendido que cuando uno se halla desesperado y afligido por alguna inconformidad sofocante, intenta deliberar desenfrenadamente toda aquella hastía incomodidad que arremete en un inesperado momento de la vida y comienza, uno mismo, a adjetivar con duras palabras a toda aquella ente que supuestamente brindando está el suplicio, con la pura intención de obtener alguna salvación; pero cuando se pierde toda esperanza, se da por entendido de lo cuan errado había estado e intenta repararlo.
Aquella experiencia, en el avión, y de lo que sucedió después conmigo, me fue muy dura y es el único recuerdo que me lo he de llevar a más allá de la muerte. Y también, ahora mismo, por entendido me doy de lo cuan valioso es la vida y de lo cuan fugaz es su duración en cada uno de nosotros. ¡Oh, qué hermosa ahora más me parece aquella elegía de Jorge Manrique “Coplas a la muerte de su padre” en donde dice, en una de sus estrofas, lo siguiente!:

Nuestras vidas son los ríos
Que van a dar a la mar,
Que es el morir;
Allí van los señoríos
Derechos a se acabar
Y consumir;
Allí los ríos caudales
Allí los otros a medianos
Y más chicos,
Allegados, son iguales
Los que vienen por sus manos
Y los ríos.

¿Pero qué es aquello que ahora veo y cae pesadamente del firmamento, cual si fuese un infinito y níveo velo de una colosal cascada? ¡Ah, similar es a aquella luz de bella, espectacular pero singular refulgencia y que en estos instantes está justo, a unos cuantos metros, al frente de mí pues al parecer ahí está para llevarme y nunca más hacerme volver! Si ustedes pudieran ver la impresión que ahora siento y que se dibuja en mi rostro, muy gustoso para mí sería que me lo digan. Ahora, poco a poco, siento que yo ya no pertenezco a esta realidad.
– ¡Oh, qué hermoso, qué grato, qué agradable, para el alma, es aquella luz cálida que estoy presenciando y que ahora mismo me está llamando!...

1 Para los antiguos griegos, espíritu que da origen y ordena todas las cosas a partir del caos, desorden.